Si tienes una
actitud de apertura y receptividad, destruirás la ilusión que te hace sufrir.
Cuando digo destruir suena como algo negativo, pero
la verdad es que la sabiduría proviene de la destrucción. El vacío viene de la
destrucción de nuestro parloteo interno: las ideas, opiniones, juicios y
conceptos que luchan por tener la vanguardia de nuestra atención.
Este ruido de fondo, ese zumbido de estática, es lo
que nos mantiene distraídos, ciegos, ignorantes de nuestra verdadera
naturaleza, de la gloria y la belleza del ser. Presentes en nosotros mismos es
donde descubrimos el asombro. Ser - sin nada más, sólo el ser puro - es como
encontramos la satisfacción.
En ese vacío se descubre lo que hemos querido
eludir, y es entonces que podemos lograr todo aquello por lo que hemos estado
luchando. Lo hemos querido hacer intentando controlar en el afuera, quejándonos
en el esfuerzo por realizarlo. Sin embargo, ha estado ahí todo el tiempo, en lo
profundo, esperando por nosotros, hasta que dejemos de buscar la realización
fuera de nosotros mismos.
Cuando encontramos ese estado interior, la alegría
del amor-conciencia empieza a penetrar cada momento, cada una de nuestras
acciones. Nos convertimos en artistas, en creadores, entregando al mundo
nuestra propia expresión tan única. No estamos tratando de tomar, tampoco nos
centramos en cómo podemos beneficiarnos. Estamos sólo dando y añadiendo nuestro
propio sabor a la mezcla. En ese intercambio es que empezamos a encontrar la
alegría y la satisfacción.
Destruyendo las ilusiones que obnubilan nuestra
visión de nosotros mismos y del mundo es que aprenderemos a transformar el
victimismo en creatividad, descubriendo las limitaciones de la comodidad, destruyendo
la noción falsa de la carencia, venciendo la pasividad, trascendiendo la
discriminación, viendo más allá de separación aparente, trascendiendo el propio
juicio, entendiendo la naturaleza asfixiante del control y liberándonos de
nuestra propia represión.
Las circunstancias que han dado forma a nuestras
vidas son tan únicas e individuales como nuestra personalidad: no hay dos
personas iguales. Sin embargo, nuestra capacidad para crecer como individuos,
para evolucionar como personas más compasivas, amorosas y conscientes, no
depende de lo que nos haya sucedido sino de nuestra actitud frente a esas
situaciones. Entonces, frente a las dificultades, ¿nos achicamos, nos
resistimos, o usamos la situación para crecer?
En última instancia, son sólo dos las actitudes que
podemos tomar en la vida: la de víctima o la de creador.
La víctima no puede ver la belleza, no puede ver la
abundancia ni la perfección inherentes en cada momento, porque tiene una idea
de cómo las cosas deberían ser, una idea que inevitablemente ha sido violada,
una idea que está en desacuerdo con lo que ES. Este sentimiento de
inconformidad genera rabia - rabia ante la vida, ante Dios - pero se manifiesta
en la víctima como pasividad, como pesadez depresiva, como inercia y aparente
falta de interés, mostrándose más como tristeza que como rabia.
Esta actitud representa en última instancia el odio
y la violencia hacia uno mismo. Es el rechazo supremo a lo que es: violencia
hacia la vida.
La única manera de romper con este patrón de victimismo
es tomando el rol de creador. Un creador alaba su creación, la víctima la
critica. Un creador vive en la apreciación, la víctima se queja, sin asumir la
responsabilidad. Son totalmente opuestos. El creador abraza todo lo que se le
presenta. Responde a todo con un SÍ, lo que le permite vivir una vida en
abundancia.
La víctima, por otro lado, es resentida y negativa.
No puede ver la perfección y la belleza inherentes a la vida, porque tiene una
idea rígida de cómo las cosas tendrían que ser. Envuelto en un manto de
pasividad hirviente, se transforma en la ira suprema: el rechazo a la
existencia, la negación de lo que es.
Cada vez que miro a mi vida con un NO, o con una
idea mejor de cómo las cosas tendrían que ser, estoy rechazando la vida. La
conciencia vive en la unidad del corazón. Cuando eres creador vives en amor, y
la necesidad desesperada de entender desaparece, el miedo y el sufrimiento
desaparecen, absorbidos por la alegría plena del ser puro.
Hasta la próxima semana.
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