La vida no se preocupa más por mí
ni por ti que por una pulga. La vida no te recompensa si eres bueno ni te
castiga si eres malo. Simplemente porque la vida, gracias a Dios, no piensa
como un ser humano; no juzga. La vida sólo se dedica a ser lo que es: vida,
manifestarse en infinitas formas de las cuales tú eres una al igual que yo.
Mi pregunta aquí es, ¿por qué
seguimos intentando ser mejores personas y más buenas, cuando ya somos una
forma plena de expresión de la vida? ¿No será que estamos juzgando a la vida?
¿No será acaso que nos hemos creído que la vida piensa como pensamos los
humanos?
Muchos se “buenizan” sin darse
cuenta de que eso les aleja de los “malos”, sin darse cuenta que esa distancia
se llena automáticamente de miedo, dolor y sufrimiento. Otras hacen buenas
obras para experimentar el premio que la vida les dará por ello sin saber que
la vida no recompensa. La vida sigue dando todo a todos en todo momento.
Una de las cosas que más me
fascinan es ver como los seres humanos sufrimos por la forma en la que hemos
decidido vivir. Una forma de vivir que excluye a la vida misma. Es fascinante
que eso ocurra y que la vida no lo juzgue como inapropiado, es más, lo permite
y lo acepta. ¿Por qué?
Muchas personas buscan encontrar una buena vida lejos del sufrimiento sin percatarse de que están huyendo de su propia vida. ¿Cómo puede ella enseñarme a ser feliz y a vivirla en plenitud si huyo de ella? El sufrimiento nace del miedo a sentir el dolor que se siente cuando se vive alejado de la vida. Si en mi vida hay dolor ¿quien va a vivirlo sino yo? ¿A quién voy a culpar por mi dolor? ¿A la mala suerte? ¿A que tú no haces lo que yo quiero que hagas para yo sentirme bien? ¿A la muerte de un ser querido? Cada vez que pienso así, trato de aprender a superar aquellos momentos de dolor sin darme cuenta de que con esa superación avanzo en dirección opuesta a la felicidad. ¿No es fascinante?
No nos amamos a nosotros mismos y
culpamos a los demás de no amarnos de la forma en la que nosotros podamos
sentirnos amados. ¡Fascinante! “La forma en la que tú me amas es la culpable de
que no me sienta amado”. Pero lo más fascinante es creerse esto y pasar el
resto de mi vida intentando soportar el no sentir amor y tratando de que los
demás aprendan a amarme. ¿Se puede parar esto? Por supuesto. ¿Cómo? Permitiéndole
a mi vida ser tal cual es, sin interferir en ella. ¿Cuándo? Sólo puede ser
ahora. Sólo puede ser en el momento en el que yo soy consciente de mi mismo y
de mi vida; y ¿sabes qué ocurre?: Que la vida siempre prevalece y que el yo, el
personaje que era antes de tomarme un té con mi vida, se desvanece. Ya no tiene
sentido esperar a que me ames, ni encontrar estrategias para triumfar. El
triumfo, si se puede llamar así, es encontrar la vida mientras aún la vives.
Ahí ya no tengo palabras para expresarme. Tú leyendo esto y sintiendo
profundamente tu vida fluir por tu esencia es mi mejor forma de expresarte lo
que no tiene palabras: se sabe y se conoce sin leer palabras ni escuchar
enseñanzas, se sabe y se conoce por el acto de permitirle a la vida ocurrir en
ti sin condiciones. Y no esperes por ello una recompensa. ¿Qué podría dársete
cuando le permites al TODO ser en ti?
Regresando a la pulga, un día me pregunté:
¿alcanzaré el nivel de conciencia de una pulga para ir más allá de él? Las
pulgas son conscientes de la vida en ellas y no tienen miedo a vivir sus vidas.
Eso, si me permites expresarlo, las sitúa a un paso más adelante de los humanos
en la evolución. ¿Podré abrirme a ser la vida?, paso uno, y ¿pararé de
parasitar a este planeta? Paso dos. ¿Cuando? ¡Ahora!
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