Permanentemente la vida fluye hacia nosotros a través de
experiencias, es lo que la vida es, siempre que las recibamos con
apertura y con un sí, pero a veces tenemos resistencia para aceptar algo
que esté fuera de nuestras estructuras.
Discriminamos lo desconocido, aquello con lo que no nos identificamos,
que no corresponde a nuestra teología, a nuestras ideas, a nuestras
preferencias.
Creamos una personalidad para poder definirnos como individuos, y
dentro de esta personalidad estructuramos sistemas de creencias, y en
cuanto comenzamos a identificarnos con ellas, sentimos que tenemos que
defender estas creencias, porque ahora están definiendo quiénes somos
nosotros. Pero a medida que nos convertimos en amor-conciencia nos damos
cuenta que nuestros sistemas de creencias son simplemente ideas que
hemos cultivado a lo largo de nuestra vida. Y entonces abarcamos nuevas
perspectivas, ahora con una mente más abierta, en lugar de un rechazo
automático y rígido. Cuando nos transformamos en amor, encarnamos todo.
Cuando nos limitamos a nuestra personalidad y a los sistemas de
creencias, no hay lugar en nuestra estructura para nada más.
¿Cuántas de nuestras opiniones son realmente nuestras? En realidad,
muy pocas de nuestras convicciones vienen de una experiencia directa. La
mayoría las hemos adquirido de la familia y de la sociedad en general.
Por otro lado, lo que es correcto en una parte del mundo puede ser
considerado incorrecto en otra. Lo que una generación rechaza, otra lo
integra. Tener varias esposas en algunas culturas es ilegal, mientras
que en otras es un símbolo de riqueza. El hecho de que una opinión sea
generalizada no significa que sea válida. Por ejemplo: hubo una época en
que todos pensaban que el sol giraba alrededor de la Tierra. Si lo
buscas, podrás encontrar validación para casi cualquier opinión que
tengas. La ilusión siempre confirmará tus temores, ya que funciona como
un espejo imparcial que te refleja de vuelta aquello en lo que te estás
enfocando. Si tienes un miedo o un juicio, será fácil encontrar la
confirmación externa que los justifique. Prejuicio significa ir a la
guerra.
Prejuicio significa estar defendiendo siempre una idea y justificando
nuestra discriminación con la excusa de un bien mayor: el mejoramiento
de la humanidad, la voluntad de Dios, etc. Los “ismos” son siempre
justificados a los ojos de quien los promueve.
Históricamente hemos lanzado bombas, hemos luchado y nos hemos
sacrificado con el fin de proteger nuestras creencias. No hagamos eso ya
más. Cada vez que luchamos defendiendo una opinión, incluso dentro de
nuestra familia más inmediata, estamos creando nuestra propia
mini-guerra. El conflicto que percibimos en el mundo es sólo una
manifestación de nuestra propia violencia interna. A medida que
comenzamos a elegir la alegría, aprendemos a amar la dualidad del mundo y
las diferencias de los otros, sabiendo que son aspectos de nosotros
mismos. Descubramos la ligereza de la risa y escribamos un nuevo relato
para los libros de historia por venir.
Mi abuela siempre tenía ideas fijas. Había enfrentado la escasez
durante la Gran Depresión, y después de mudarse a una vida abundante en
la floreciente economía de Australia, aún estaba acostumbrada a la idea
de la carencia. Era capaz de caminar varios kilómetros, muy feliz si se
trataba de escatimar y ahorrar unos centavos en una docena de bananas.
Su condicionamiento gobernaba sus acciones, y a pesar de que las
circunstancias ahora eran distintas, nunca lo cuestionó. Sus actos eran
robóticos, así como sus opiniones e ideas.
Como mi abuela había sufrido dos guerras mundiales, automáticamente
tenía prejuicios contra los alemanes y los japoneses. Los vecinos de
ambos lados de nuestra casa eran alemanes. Además, mi madre solía
enseñar inglés a estudiantes japoneses. Mi abuela, que vivió con
nosotros durante mi niñez, murmuraba sus quejas y prejuicios en voz
baja, manteniendo su opinión como algo valioso. Curiosamente sus
opiniones no afectaban para nada su relación con los vecinos
extranjeros. ¡El prejuicio era en realidad sólo una idea en su cabeza!
Compartía con estas personas con calidez y aceptación genuina, como lo
hubiese hecho con cualquier otro ser humano. Pero insistía en que los
alemanes y los japoneses eran “gente mala”.
Mi madre se rebeló contra los prejuicios de mi abuela, haciendo todo
lo posible por tener una mente abierta – en el campo religioso, político
y étnico – viajando muy lejos para enseñar y servir a todos los grupos
minoritarios en su mundo.
La naturaleza, con su infinidad de especies, colores y formas, abraza
la diversidad. La naturaleza no niega ningún aspecto de sí. La belleza
de sus paisajes radica en el contraste y la variedad. Como la
naturaleza, el amor también celebra la belleza de la diversidad. En
lugar de percibir lo diferente como una amenaza, el amor no silencia
ninguna voz.
Todos los aspectos de la creación sirven. La destrucción induce al
renacimiento. El mundo danza de la tormenta a la calma en el flujo y
reflujo de la evolución. Con cada cambio el mundo renace en una
vibración superior, reafirmando los valores de la alegría y el amor,
liberándose de la densidad del miedo.
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