En nuestro último encuentro preparábamos el terreno para ser capaces de profundizar en los verdaderos significados de la transparencia en nuestros vínculos, extirpando de nosotros la transigencia, las máscaras y la mediocridad. ¿No son éstas, acaso, las características que vemos a nuestro alrededor y que criticamos constantemente?
¿No son éstos los ingredientes que tienen como consecuencia un mal manejo y malas relaciones en nuestras vidas y nuestro entorno?
Lo vemos en el afuera, lo vemos en los titulares, lo escuchamos en la radio, lo vemos en las novelas y lo leemos en las columnas periodísticas, pero ¿lo podemos ver en nosotros mismos? Juraríamos que nada de eso es propio, pero aunque no sea evidente, te invito a abrirte a la posibilidad de que sí pueda serlo, y si así fuera, será sólo para limpiarlo, para erradicar lo que internamente esté sosteniendo, aunque sutil y solapadamente, la existencia de esos aspectos en nuestra relación con lo externo.
Por experiencia propia te puedo asegurar que todo aquello que nos molesta de alguna manera en lo externo, si podemos encontrarlo, amarlo y sanarlo internamente, cambiará también afuera y evolucionará en amor. De esta manera, ya no seguirá en un lugar oscuro generando dolor ni provocando sufrimiento individual, que es también el colectivo.
Cuando cambiamos nosotros mismos cambia el mundo que nos rodea, y lo podremos palpar. Cuando uno se sana a uno mismo en esos lugares de sufrimiento y falta de amor, sana al mundo, se eleva la vibración del amor en todo. Merece experimentarse. Ahora bien, me dirás: lindas palabras, pero ¿cómo lo hago y cómo lo aplico en la vida cotidiana?
Entonces, el primer paso para cambiar lo que no nos gusta es modificar las formas automáticas en que lo sostenemos, lo permitimos, lo negamos, lo ignoramos. De esta manera, estos aspectos disminuirán la fuerza y el poder que tienen sobre nosotros y también la carga de la reacción que tenemos respecto a eso en nuestras relaciones. Entonces, si no me gusta algo en el afuera, primeramente me pregunto: ¿dónde está eso en mí? ¿Cómo puedo cambiar eso mismo dentro de mí? Y permanezco dispuesta a ese cambio para que comience a desenvolverse.
Veamos más de cerca esto:
¿De qué cosas me quejo automáticamente?
¿En qué situaciones me siento y me sitúo en lugar de víctima?
¿En qué situaciones confirmo con mi actitud que algo externo puede situarme en una posición de víctima o tiene poder para lastimarme?
¿Cómo quisiera sentirme en estas situaciones? ¿Siento que lo merezco?
¿Qué tengo que cambiar en mí para que eso suceda?
¿Lo creo posible? ¿Me siento capaz?
¿Cómo capacitarme? ¿Qué pasos dar ahora?
Por ejemplo, si la respuesta fuera:
"Me engañan, me mienten, me defraudan, y me abandonan sin decirme por qué".
Lleva hacia adentro la pregunta:
¿Con qué cosas me engaño a mí misma? ¿En qué me miento? ¿Qué expectativas alimento y me expongo a no lograrlas, porque en realidad no me siento capaz? ¿A qué le tengo miedo cuando me enfrento a la situación y voy decidida a lograrlo? etc. Lo importante es comenzar a ejercitarte en no temer a este tipo de profundización interna, y hacerlo sin crítica, con el ánimo de descubrir lo que es y la disposición de cambiar para crecer.
De esta manera, comienzas a cultivar el sentimiento de que sí lo mereces, y comienzas a actuar en consecuencia. Cuando me siento víctima del afuera, al darme cuenta, me doy internamente aquello que estoy esperando que me den. Comienzo a apreciar todo lo bueno que hay en mi vida, aunque sea mínimo, en lugar de quejarme en automático por lo que no hay. Comienzo a agradecer y a agradecerme por todo lo nuevo, pequeño y grande, que va brotando como consecuencia de estos cambios.
Y si lo que hago en forma habitual y automática es defenderme de lo que no me gusta peleando, ahora me haré cargo internamente y usaré esa misma energía de la pelea, para enfocarme en mí y cambiar. Cuando peleamos, es posible que descarguemos por un momento la frustración, pero nada cambia sustancialmente, es una explosión superficial que genera siempre lo mismo. Tenemos que ir más allá de la defensa que implica la pelea, para que la transformación eche raíces profundas en nuestro interior y en nuestra vida. Movemos responsablemente, eso sí, la rabia que genera, para liberar esa energía en forma saludable, y esto lo hacemos en nuestra privacidad, pues lo que uno siente es de uno mismo, y cuando lo liberamos, emerge todo el potencial creativo y vital que está allí, todo el poder.
Esto es solo una propuesta para traer a la luz aquello que automáticamente hacemos, y de ese modo, comenzar a cultivar una diferencia. De esta manera nos vamos quitando esas máscaras con las que nos ocultamos de nosotros mismos, de nuestro sentir, y comenzamos a experimentar una cierta seguridad en ese contacto interno, que va creciendo y que es confiable. En forma natural, esto se traducirá en una claridad en nuestras relaciones, basadas en confianza, transparencia y vulnerabilidad para expresar lo que realmente en lo profundo sentimos, pues estaremos presentes y atentos, sin abandonarnos más.
En nuestro próximo encuentro compartiremos el cómo dar un paso más y conectarnos con esos lugares donde el control y el miedo nos hacen transigir, traicionando nuestra propia verdad. Veremos cómo estos aspectos van corrompiéndonos por dentro, despojándonos de la vitalidad y la creatividad.
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