Por Isha
Hoy, más que nunca, la humanidad se enfrenta a la incertidumbre. La
humanidad está inquieta: ¿Cómo podemos encontrar la seguridad en un mundo
incierto?
En la sociedad occidental, hemos aprendido a buscar la
seguridad en el lugar equivocado: lo buscamos fuera de nosotros mismos. La
gente y las cosas que nos rodean nunca calmarán nuestra inseguridad, pues en el
fondo sabemos que todo podrá cambiar en un instante. Si vemos o leemos las noticias
encontramos indignados poblando las calles de varios países que hasta ayer no
tenían conflicto social, que gozaban de un nivel de bienestar y comodidad, una
cierta “seguridad” y ahora las voces motivadas por la injusticia se hacen
escuchar.
Por otro lado, el grupo que antes enarbolaba las acciones
violentas del país vasco hoy declara la paz en un cese de acciones de ese tipo,
en Medio Oriente se intercambian prisioneros y se ve como una oportunidad para
acuerdos más profundos. Día a día, los matrimonios sólidos se terminan por la
infidelidad, perdemos un puesto de trabajo de veinte años por un cambio de
política en la empresa y los ahorros de toda una vida se evaporan en un
instante en las manos de un inversor corrupto.
La inseguridad del mundo es una
realidad que muchas veces preferimos ignorar. Como seres humanos, tendemos a
enfocarnos en nuestras diferencias. Nos fijamos en las cosas que nos hacen
sentir superiores o inferiores a los demás. Sin embargo, los aspectos mas
importantes de la vida son universales. Lo más esencial y poderoso que todos
compartimos es nuestra capacidad de amar.
La naturaleza del amor es un
misterio, no porque sea imposible de descubrir, sino porque es imposible de
explicar. El intelecto nunca puede abarcar la inmensidad del amor así como un
vaso no puede contener un océano. Sin embargo, experimentar el amor no sólo es
posible sino que es la cosa más natural del mundo.
No estoy hablando del amor
que sentimos por otro, estoy hablando de la presencia del amor en todo, esa
energía que es nuestro propio ser. Se manifiesta como la experiencia religiosa
proverbial, la paz que sobrepasa todo entendimiento, el nirvana. Es lo único
que puede llenar el corazón humano. Es lo que yo llamo amor-conciencia.
En
un mundo de creciente incertidumbre, cada uno de nosotros tiene la
responsabilidad de hacer una diferencia al convertirnos en la paz del
amor-conciencia. Podemos declarar la guerra a otras naciones, pero eso no
cambiará nada. El terrorismo no puede ser detenido con la guerra, al igual que
el fuego no se puede apagar con más fuego.
Pero aunque esto sea cierto,
es inútil culpar a los políticos, o incluso la guerra misma. Si no podemos
encontrar la paz interior, ¿Cómo podríamos crear un mundo pacífico y armonioso?
Nuestras mentes, llenas de charla disonante y confusión, son el origen de
nuestra inseguridad. Nuestras acciones surgen de nuestros pensamientos y
sentimientos. Si estamos llenos de miedo, ¿Cómo podemos contribuir a una
sociedad unida en el amor? Como seres humanos, gozamos de libre albedrío: el
poder de elección. Como consecuencia, nuestro destino se redefine en cada
momento.
Cuando Bill Clinton le preguntó a Nelson Mandela si sentía odio por
sus opresores, él le respondió: "Me di cuenta de que si seguía odiándolos
una vez que me montara en ese coche y atravesara la puerta, estaría todavía en
la cárcel. Así que lo solté, porque quería ser libre". En la búsqueda de
la paz, hay algo muy concreto en lo que todos podemos contribuir. En cada
momento, podemos hacer una elección: elegir descansar en la paz duradera que
yace dentro de nosotros ahora y que nadie nos puede quitar.
De la misma
manera que el haber aprendido a depender de nuestro entorno nos ha llenado de
miedo, podemos aprender a depender de nuestro estado interior y encontrar una
seguridad que siempre es prístina e intocable. Vamos a llenar nuestra vida
personal con paz, honestidad y transparencia; eso va a contribuir mucho más a
la paz mundial que cualquier guerra.
En nuestra sociedad, solemos
responder a los cambios enterrando la cabeza en la arena. Hacemos de cuenta de
que no existen. Nos volvemos rígidos, buscando la permanencia ilusoria de la
rutina para sentirnos seguros y en control. Muchos de nosotros pasamos la vida
construyendo la ilusión de un entorno estable: una carrera confiable, un
matrimonio sólido y la seguridad financiera.
No hay nada malo en buscar el
éxito material y una relación estable, pero si nuestro sentido de seguridad
depende de esas cosas, estamos construyendo nuestra casa sobre una base frágil.
Por más que tratamos de ignorarlo, no estamos en control de este mundo errático
y nunca lo estaremos.
Cuando nos damos cuenta de la imposibilidad de la
permanencia externa, podemos empezar a cultivar la única cosa que puede dar la
auténtica seguridad: la paz interior.
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