Alguien dijo una vez que los ojos
son las ventanas del alma y seguramente lo dijo porque en algún momento se
detuvo a mirar fijamente los ojos de alguien y pudo ver o sentir a través de
esa mirada la poderosa Presencia de lo divino, misma que no le es negada a
ninguna criatura sobre la faz de la Tierra y que es algo que puede compararse
con la brisa, que sin hacer diferencias traspasa todas las ventanas existentes,
penetra por la tuya, te abraza y te arrulla hasta que te sientes amad@. La
brisa llega a todas aquellas casas que tienen puertas y ventanas, mueve las
hojas secas del suelo, levanta polvo y le da un toque a todo lo creado. Tú y yo
somos esa brisa, somos el aire que entra y sale de nuestro cuerpo con el único
fin de mantenernos viviendo una experiencia terrenal. No somos exactamente ese
cuerpo, sino la energía que a cada segundo lo llena de vida, el poder oculto
detrás de un latido, la inteligencia que le da a luz.
El cuerpo físico es el contenedor
o el vehículo que en esta dimensión nos permite trasladar esa Presencia
lumínica de un lugar a otro. Las características que nos hacen seres únicos
vienen en aquella cajita que elegimos al nacer, y lo que extraemos de ella es
eso que todas las personas podemos ver. El cuerpo físico se nos dio para jugar
a relacionarnos unos y otros cuando en realidad sólo hay un Ser único jugando a
ser todos y cada uno a la vez.
Para ser más explícita, quiero
ponerte un ejemplo un poco burdo: imagina una hilera de cuerpos físicos hechos
en serie, cada uno de ellos con diferente color e incluso diferente anatomía.
De repente un soplo de aire y de vida a través de ellos, les llena. Es la
Inteligencia Divina poseyéndolos de forma individual, es el alma de todas las
cosas llenando los cuerpos, dotándolos de una mente que se encargará de crear,
a través del pensamiento una vida humana con sentimientos, emociones,
sensaciones y relaciones tan perfectamente imperfectas que le harán creer que
todo lo que percibe es real, aunque sólo se trate de la experiencia de lo
divino a través de un cuerpo humano.
Entonces cuando alguien fallece
¿Qué sucede? Sucede que un “cuerpo” ha sido sacado de esta dimensión, mientras
su luz continúa en el tuyo, su Presencia permanece viva, latiendo en ti y en
todos los seres vivos, es por esto que somos uno. Mientras tú continúes aquí,
el ser amado que partió, continuará contigo, a tu lado y aunque la mente te
dice que debes llorar porque esa persona ya no está, tu alma siempre buscará la
forma de contarte que jamás hubo diferencia alguna entre esa persona y el
viento, tus otros seres amados, un arco iris, la nieve o el canto de un pájaro.
Ellos siempre han estado ahí para ti y así continuará siendo. Sus pensamientos,
sus experiencias se convertirán en el viento. Sus emociones, sus miedos, sus
dolores, su guerra o su paz se convertirá en agua. Sus deseos más profundos y
sus logros se convertirán en fuego y su envoltura volverá a la Tierra de donde
salió. Esta también es tu composición.
¡Los suspiros son aire y van al aire! ¡Las lágrimas
son agua y van al mar!. Gustavo Adolfo Bécquer.
Sí ya lo sé. Extrañas su
apariencia, su llegada, su timbre de voz, su risa, su aroma. Y ¿Quién no? Quizá
yo también lo haría, yo pensaría y sentiría de la misma forma que tú lo haces
ahora. Lloraría varios mares por su ausencia, y exhalaría mil vientos al
sentirme sin su presencia, dejaría a mi cuerpo solo durante algún tiempo y le
pediría permiso a mi Inteligencia para poder morirme. Sé también que esa misma
Inteligencia me daría lo que más necesito, y que si me permitiera quedarme, me
regalaría más palabras bellas para volver a vivir; más motivos, más amaneceres
hermosos. Y así, en medio de mi vacío profundo, repleto de recuerdos,
agradecería la composición del agua que bebo a diario, apreciaría el sonido de
las olas y de las notas mágicas de la risa; me dedicaría a escuchar el
movimiento del Universo, el latido de mi corazón, hallaría la luz de quien partió,
en mi propio Ser y en el viento; me amaría a mí misma y bendeciría mi
permanencia en la Tierra. Todo esto después de regar y bendecir al planeta con
mi llanto.
Si contrario a esto, la
Inteligencia Divina que me habita y a través de la cual me inspiro, me
impulsara a dejar todo esto, entonces me despojaría de este cuerpo, de este
traje y de este personaje, regresaría feliz a mi hogar, al lugar de donde
partí, a la luz brillante. Ya desposeída de la mente, ya sin lamentos ni
pensamientos, ya en la nada y en todo a la vez.
Entonces amad@, ¿Se vale llorar
cuando alguien se va? Claro que sí. En cada lágrima y en cada gota de agua está
grabada la historia de quien partió, la tuya y la de la humanidad.
“Las
lágrimas riegan, bañan y refrescan los verdes campos de tu Ser. Si aparecen es
porque es necesario para ellas, para tu anatomía y por lo tanto para ti. No las
reprimas pero tampoco las desperdicies”.
Lo que has leído nació cuando
escuché la canción japonesa “En los mil vientos me convertiré” que Sofía Córdova encontró en
el muro de su sobrino Héctor, quien amorosamente la tradujo al español para mi
sitio, con la edición de su esposa Nozomi (nacida en Japón). La canción es tan
hermosa que si estuviera sólo en japonés buscarías su traducción hasta debajo
de las piedras para conocer el mensaje. Aquí está para ti al final de este
texto, un video con la hermosa voz de Akikawa Masashi. Mañana domingo 11 de
marzo, una parte de la comunidad japonesa se reunirá a entonar esta canción en
Seattle (Washington) en honor de quienes partieron después del desastre natural
ocurrido hace aproximadamente 1 año y en honor de su país, de toda su gente.
Después de leer esto quizá sea
más fácil para ti entender el por qué Japón es una pequeña parte de tu
anatomía.
Lectora,
lector, Japón, comunidad japonesa, hoy y siempre… Lo siento mucho, les amo!
Gracias por
leerme.
© Todos los
derechos reservados. Vivi Cervera 2012.
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