Hace un tiempo escribí sobre el niño interior
y ofrecí una meditación que podían realizar, ubicada en el artículo llamado
Honrando a nuestro niño interior , pero no me había percatado de la magnitud de
su importancia tanto en mí como en las personas que vienen a realizar las
terapias de Desbloqueo Energético.
Noté que invariablemente los dolores
corporales, la rigidez, los temores, la
tristeza y la ira reprimida, todas estas manifestaciones salen a flote durante
las terapias y siempre están relacionadas con asuntos pendientes de nuestra
infancia y más allá.
Para quienes no saben, el niño interior es
nuestro subconsciente,
aquella parte donde quedaron registradas todas
las situaciones de dolor, traumas, creencias y emociones como también las
experiencias agradables.
Una parte de nosotros quedó congelada en ese
estado, en esas experiencias mientras fuimos creciendo y aprendiendo a
sobrevivir. Todos tenemos un niño herido, unos más que otros, que fue lastimado
en algún momento de su desarrollo. Estas heridas se manifiestan constantemente
en nuestra vida adulta.
Esa parte nuestra quedó olvidada y abandonada.
Esa es la parte que aprendió a protegernos reaccionando a las situaciones
similares o a cualquier eventualidad que pueda causarnos nuevamente daño. A
nuestro niño lo ignoramos totalmente, desconociendo el origen de las decisiones
que fueron tomadas tempranamente y que hoy en día ya no nos resultan útiles y
más bien nos causan problemas. Olvidamos las causas que dieron origen a nuestros patrones de conducta y de qué
manera remediarlo.
Hoy en día necesitamos desaprender aquello que
perpetuamos en conductas negativas una y otra vez o aquello que nos hace atraer
relaciones nocivas a nuestra vida para poder fluir libremente.
¿Qué necesita nuestro niño interno para
colaborar con nosotros y soltar esos patrones de conducta, esos programas y
reacciones? Aquello que andamos buscando en el mundo, es justamente aquello que
necesitamos de nosotros mismos, la aceptación, la seguridad, sentirnos
valiosos, la compañía, la confianza, pero sobre todo amor.
No podemos sentir amor verdadero hacia el
mundo si no se lo damos primero a nuestro niño interno. No podemos dar lo que no poseemos. Entonces
sin saber andamos por la vida como seres necesitados buscando ser rescatados o
buscando relaciones donde rescatemos a otros para sentirnos importantes y
valiosos. Pero ocurre que no podemos obtener aquello que necesitamos tampoco de
quién no lo puede dar; porque somos nosotros quienes tenemos que completarnos.
No somos la media naranja buscando la otra mitad. Siendo seres completos
podemos disfrutar del amor sin condiciones, sin necesitar que otros nos den
aquello que nos falta.
Las relaciones no se basan en conseguir quien
nos complete sino en quién nos acompañe.
Al relacionarnos nuevamente con nuestro niño
interno, tenemos que ganarnos su confianza, darle todo aquello que necesita
para sanar sus heridas y dejar ir aquello que lo hirió. Así nos liberamos del
resentimiento, del temor, y de la tristeza, también de memorias de abandono o
abuso. Es allí cuando realizamos el verdadero perdón, dejando ir, soltando lo
que nos amarraba a un recuerdo.
Cuando en el ahora, sanamos nuestro niño
interior, no solo estamos cambiando nuestro futuro, también nuestro pasado se
transforma.
Nuestro niño interior vuelve a ser un niño
sano, alegre, curioso, seguro confiado y juguetón. Y así experimentaremos la vida
nuevamente.
Te amo
Jocelyne Ramniceanu
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