Las personas que me leen suelen preguntarme:
¿Cómo haces para sentirte mejor y que tu vida sea tan fácil?
Sonrío cuando escucho eso. Y respondo:
“Si crees que no me enojo, que no lloro o que
no protesto, es porque no me conoces del todo, es porque no me has tratado más
de cerca, y no has estado conmigo en una situación difícil de afrontar. Y eso
está bien. Pero no te olvides de que para poder tomar un cuerpo físico que te
permita vivir en este planeta, es importante traer un disco lleno de recuerdos,
es fundamental tener una mente que piense, es básico el dolor, y es válido
dejarte atrapar por las ilusiones. Sin dolor no hay placer. Es sólo a través de
todo esto como se puede dar la vida en la tierra.
Así que esas personas que consideras
‘exitosas’ o dignas de imitar, traen dolores y angustias como las tuyas, sólo
que tal vez son afrontadas de forma diferente. En mi caso, cuando lloro lloro,
cuando me enojo me enojo, cuando me desespero me desespero, cuando protesto
protesto, cuando me canso me canso, cuando renuncio renuncio, cuando siento
siento, cuando grito grito, cuando me río, me río, cuando escribo escribo.
Es decir, en verdad me experimento y me siento
orgullosa de experimentarme en estados y formas de sentir diversas porque soy
yo misma cuando una situación difícil me atraviesa. No guardo en mí, la idea de
que debo o tengo que ser de determinada manera por mi trabajo o por mis
escritos. Yo simplemente me doy permiso de aprobar lo que sea que llegue, lo
que sea que elija, lo que sea que diga, lo que sea que haga. Sé que al igual
que tú, me debo a una Inteligencia de orden superior y con ella estoy de
acuerdo incluso cuando no lo estoy.
Tal vez la receta secreta de la paz sea la que
yo practico: que más que elegir siempre al amor como respuesta y como camino,
elijo amar hasta el mismo odio si se me presenta. Más que amar lo que la
humanidad considera sabio, perfecto y digno, amo lo que yo considero que nació
para mí. Amo lo que va llegando. Y más que reprocharme las elecciones
supuestamente equivocadas que he hecho y que hago, me apruebo por el hecho de
vivirlas, por haber nacido, me apruebo por existir y por llorar.
Soy bastante permisiva conmigo en todos los
sentidos. Sé que los silencios obligados duelen tanto como las palabras que
hieren. Sé que las lágrimas no vertidas duelen más que el hecho mismo de
llorar. Me siento agradecida por ellas. Sé que la vida entera es una idea en mi
cabeza y nada más; y que si en algún momento de inconsciencia tengo que luchar
contra ella, lo haré con gusto porque comprendo que soy el espacio donde se da
la experiencia más que la experiencia misma y por ello en el momento perfecto
volveré a aprobarme de nuevo.
Soy el tipo de mujer que jamás se reprocha
ningún paso dado, porque paradójicamente aprueba hasta el reproche mismo y lo
que venga más allá de él.”
Fin de la respuesta.
Entonces la persona que escucha mis palabras
amorosamente, sonríe y me dice: eso necesitaba hoy. Y como parte de un ciclo
interminable, en ese lapso del tiempo, yo vuelvo a sonreír.
Gracias por leerme. Paz del corazón.
© Vivi Cervera 2013.
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