jueves, 13 de junio de 2013

LAMENTO LA FALTA O ME REGOCIJO SIENDO CREADOR? POR ISHA


Es posible que algo nos falte, algo que anhelamos muchísimo o que necesitamos para nuestro equilibrio o bienestar.

Esto es natural y nos sucede a todos, pero muchas veces la idea de que necesitamos algo que no tenemos en este momento es la raíz de nuestro descontento. Aquí, al identificarnos con esta idea, sea por el motivo que sea - comparación por belleza, estatus, edad, género, éxito, etc. - se agrega el sufrir y padecer esta situación, y esto trasciende la necesidad, la magnífica. Esto, con seguridad, va acompañado del lamento o la queja y la energía será drenada y dirigida a aumentar esta percepción, en lugar de ser usada al servicio de la creación.

Nunca estamos completamente satisfechos con este momento. Incluso cuando tenemos todo lo que hemos querido siempre, sentimos que nos falta algo. ¿Por qué? Porque en el fondo, nos sentimos carentes, sentimos que necesitamos algo más. Nos hemos acostumbrado tanto a esperar por ese algo que nada nos es suficiente. El hábito de sentirnos insatisfechos se ha convertido en algo universal en la vida moderna. Esto es cierto para los ricos y para los pobres, para los solitarios y para las personas muy sociables.

¿Cómo romper este círculo vicioso del deseo incumplido? Muchas tradiciones espirituales interpretan el deseo como contraproducente, algo que debemos conquistar para poder experimentar la realización. Otras escuelas de pensamiento, tales como la del pensamiento positivo, consideran que el cumplir nuestros deseos es el objetivo de nuestro trabajo espiritual. Propongo un enfoque alternativo: abrazar tus deseos, para poder ver a través de ellos.

Cuando negamos un deseo, éste se hace más grande. Todos sabemos en qué comenzaremos a pensar si se nos dice que no pensemos en un elefante. Del mismo modo, si se nos antoja un pedazo de pastel de chocolate y nos decimos que no deberíamos comerlo, el pastel de chocolate surgirá desde cada rincón de nuestra mente. Sin embargo también es cierto que si queremos experimentar plenitud interior, tenemos que aprender a trascender los caprichos volubles de la mente, que fluctúan constantemente en un ciclo interminable de altos y bajos, decepciones y logros, éxitos y fracasos.

La realización espiritual es el mayor deseo del corazón. Así como un adulto ya no está interesado en los juguetes que a un niño le parecen fascinantes, el probar un poquito del amor-conciencia hace que los demás deseos se sientan insignificantes en comparación. Por lo que, no es negando el deseo que encontraremos la liberación, sino descubriendo nuestro deseo más puro y verdadero. Una vez que hacemos esto, los deseos obsesivos y la necesidad de satisfacción externa pierden naturalmente su poder.

Cualquier intento de liberarnos de nuestros deseos a través del intelecto resultará en negación, pues a pesar de que intelectualmente intentemos dejarlo ir, el sistema de soporte de nuestra matrix personal nos controla desde un nivel mucho más profundo. Podemos convencernos de que realmente no necesitamos un auto nuevo diciéndonos que pronto nos cansaremos de él y vamos a querer salir detrás de un modelo más nuevo, pero aunque podamos entender esto intelectualmente, el sentimiento de escasez que impulsa ese deseo no proviene del intelecto, sino de un espacio mas profundo, un lugar donde nos sentimos incompletos dentro de nosotros mismos, donde sentimos que algo nos está faltando. A pesar de que el deseo no está actuando, el ansia sigue estando allí, influenciando nuestra vida en formas que ni siquiera nos damos cuenta: manifestándose como otros deseos o sentimientos de carencia, obsesión o necesidad.

Esto se hace más evidente en situaciones extremas, tales como el abuso de sustancias. Un alcohólico puede ser consciente del daño que se inflige a sí mismo y a sus seres queridos, sin embargo, sigue eligiendo el mismo comportamiento destructivo. ¿Por qué? Porque, aunque es consciente de las consecuencias, de manera inconsciente siente que no merece nada mejor, y ahí está la adicción más profunda: al sufrimiento y a la culpa, una carga emocional que gana por sobre el pensamiento racional. Intelectualmente puede recordarse a si mismo de sus responsabilidades y de lo mal que se siente al día siguiente, pero la necesidad de sufrir y de autodestruirse es tan fuerte, que a menudo es la que gana.

El amor-conciencia es más poderoso que nuestras programaciones subconscientes. Al elevar la vibración del amor, alimentando esa experiencia, la luz de nuestra conciencia comienza a brillar y las sombras de nuestras obsesiones, miedos y apegos comienzan a desvanecerse. Seguimos elevando nuestra conciencia poco a poco hasta que la vibración es más fuerte que la programación. Ya no sentimos que nos falta nada. Entonces la situación se invierte. El intelecto ya no está controlando: se convierte en un sirviente de la conciencia, una herramienta que el amor-conciencia puede utilizar para interactuar con el mundo.

Cuando esta claridad de percepción, de sentimiento y de acción está al servicio de tu evolución, de tu crecimiento en amor, te regocijarás con los resultados de tu creación momento a momento, pues todo eso traerá dicha y paz en cada acción, desde tu corazón.

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