domingo, 3 de noviembre de 2013

ENTREGANDOSE A LA EXPERIENCIA DE LO QUE ES. POR ISHA

Permanentemente la vida fluye hacia nosotros a través de experiencias, es lo que la vida es, siempre que las recibamos con apertura y con un sí, pero a veces tenemos resistencia para aceptar algo que esté fuera de nuestras estructuras. Discriminamos lo desconocido, aquello con lo que no nos identificamos, que no corresponde a nuestra teología, a nuestras ideas, a nuestras preferencias.
Creamos una personalidad para poder definirnos como individuos, y dentro de esta personalidad estructuramos sistemas de creencias, y en cuanto comenzamos a identificarnos con ellas, sentimos que tenemos que defender estas creencias, porque ahora están definiendo quiénes somos nosotros. Pero a medida que nos convertimos en amor-conciencia nos damos cuenta que nuestros sistemas de creencias son simplemente ideas que hemos cultivado a lo largo de nuestra vida. Y entonces abarcamos nuevas perspectivas, ahora con una mente más abierta, en lugar de un rechazo automático y rígido. Cuando nos transformamos en amor, encarnamos todo. Cuando nos limitamos a nuestra personalidad y a los sistemas de creencias, no hay lugar en nuestra estructura para nada más.

¿Cuántas de nuestras opiniones son realmente nuestras? En realidad, muy pocas de nuestras convicciones vienen de una experiencia directa. La mayoría las hemos adquirido de la familia y de la sociedad en general. Por otro lado, lo que es correcto en una parte del mundo puede ser considerado incorrecto en otra. Lo que una generación rechaza, otra lo integra. Tener varias esposas en algunas culturas es ilegal, mientras que en otras es un símbolo de riqueza. El hecho de que una opinión sea generalizada no significa que sea válida. Por ejemplo: hubo una época en que todos pensaban que el sol giraba alrededor de la Tierra. Si lo buscas, podrás encontrar validación para casi cualquier opinión que tengas. La ilusión siempre confirmará tus temores, ya que funciona como un espejo imparcial que te refleja de vuelta aquello en lo que te estás enfocando. Si tienes un miedo o un juicio, será fácil encontrar la confirmación externa que los justifique. Prejuicio significa ir a la guerra.
Prejuicio significa estar defendiendo siempre una idea y justificando nuestra discriminación con la excusa de un bien mayor: el mejoramiento de la humanidad, la voluntad de Dios, etc. Los “ismos” son siempre justificados a los ojos de quien los promueve. Históricamente hemos lanzado bombas, hemos luchado y nos hemos sacrificado con el fin de proteger nuestras creencias. No hagamos eso ya más. Cada vez que luchamos defendiendo una opinión, incluso dentro de nuestra familia más inmediata, estamos creando nuestra propia mini-guerra. El conflicto que percibimos en el mundo es sólo una manifestación de nuestra propia violencia interna. A medida que comenzamos a elegir la alegría, aprendemos a amar la dualidad del mundo y las diferencias de los otros, sabiendo que son aspectos de nosotros mismos. Descubramos la ligereza de la risa y escribamos un nuevo relato para los libros de historia por venir.
Mi abuela siempre tenía ideas fijas. Había enfrentado la escasez durante la Gran Depresión, y después de mudarse a una vida abundante en la floreciente economía de Australia, aún estaba acostumbrada a la idea de la carencia. Era capaz de caminar varios kilómetros, muy feliz si se trataba de escatimar y ahorrar unos centavos en una docena de bananas. Su condicionamiento gobernaba sus acciones, y a pesar de que las circunstancias ahora eran distintas, nunca lo cuestionó. Sus actos eran robóticos, así como sus opiniones e ideas.
Como mi abuela había sufrido dos guerras mundiales, automáticamente tenía prejuicios contra los alemanes y los japoneses. Los vecinos de ambos lados de nuestra casa eran alemanes. Además, mi madre solía enseñar inglés a estudiantes japoneses. Mi abuela, que vivió con nosotros durante mi niñez, murmuraba sus quejas y prejuicios en voz baja, manteniendo su opinión como algo valioso. Curiosamente sus opiniones no afectaban para nada su relación con los vecinos extranjeros. ¡El prejuicio era en realidad sólo una idea en su cabeza! Compartía con estas personas con calidez y aceptación genuina, como lo hubiese hecho con cualquier otro ser humano. Pero insistía en que los alemanes y los japoneses eran “gente mala”.
Mi madre se rebeló contra los prejuicios de mi abuela, haciendo todo lo posible por tener una mente abierta – en el campo religioso, político y étnico – viajando muy lejos para enseñar y servir a todos los grupos minoritarios en su mundo. La naturaleza, con su infinidad de especies, colores y formas, abraza la diversidad. La naturaleza no niega ningún aspecto de sí. La belleza de sus paisajes radica en el contraste y la variedad. Como la naturaleza, el amor también celebra la belleza de la diversidad. En lugar de percibir lo diferente como una amenaza, el amor no silencia ninguna voz.
Todos los aspectos de la creación sirven. La destrucción induce al renacimiento. El mundo danza de la tormenta a la calma en el flujo y reflujo de la evolución. Con cada cambio el mundo renace en una vibración superior, reafirmando los valores de la alegría y el amor, liberándose de la densidad del miedo.

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