La vida no se preocupa más por mí
ni por ti que por una pulga. La vida no te recompensa si eres bueno ni te
castiga si eres malo. Simplemente porque la vida, gracias a Dios, no piensa
como un ser humano; no juzga. La vida sólo se dedica a ser lo que es: vida,
manifestarse en infinitas formas de las cuales tú eres una al igual que yo.
Mi pregunta aquí es, ¿por qué
seguimos intentando ser mejores personas y más buenas, cuando ya somos una
forma plena de expresión de la vida? ¿No será que estamos juzgando a la vida?
¿No será acaso que nos hemos creído que la vida piensa como pensamos los
humanos?
Muchos se “buenizan” sin darse
cuenta de que eso les aleja de los “malos”, sin darse cuenta que esa distancia
se llena automáticamente de miedo, dolor y sufrimiento. Otras hacen buenas
obras para experimentar el premio que la vida les dará por ello sin saber que
la vida no recompensa. La vida sigue dando todo a todos en todo momento.
Una de las cosas que más me
fascinan es ver como los seres humanos sufrimos por la forma en la que hemos
decidido vivir. Una forma de vivir que excluye a la vida misma. Es fascinante
que eso ocurra y que la vida no lo juzgue como inapropiado, es más, lo permite
y lo acepta. ¿Por qué?