domingo, 15 de noviembre de 2015

SIENDO LA EVOLUCION QUE QUEREMOS EXPERIMENTAR. POR ISHA

Cuando el hombre vivía en un estado primitivo, lo único que percibía era su realidad inmediata: Lo veo, por lo tanto existe. Comida, agua, albergue, calor, peligro, carencia, procreación, estos eran los elementos de su existencia y la protección de su territorio era lo primordial.
En los tiempos modernos la vida es bastante diferente, experimentamos niveles sin precedentes de seguridad y confort y hemos logrado generar una abundancia de comida, energía, tratamientos médicos, tecnología y otros recursos.
Frente a semejante innovación y desarrollo, ¿por qué es que la humanidad sigue experimentando carencia, segregación, des- confianza y crueldad? ¿Por qué seguimos aferrados a la mentalidad cavernícola?
Aunque hemos evolucionado como raza a través del tiempo, la humanidad aún no ha descubierto su capacidad de evolucionar emocionalmente, de elevarse por encima de sus miedos y llegar a experimentar unidad.

La humanidad todavía no ha reconocido que para cada necesidad hay una solución. Nuestra capacidad de inventar y crear se ha volcado tanto hacia la protección y la separación, que apenas hemos rasguñado la superficie del inmenso potencial que tenemos para proveer a nuestra extensa familia humana, yendo más allá de la percepción limitada de nuestras propias necesidades, deseos y posesiones.
Si tenemos la capacidad de unirnos en la abundancia, ¿por qué elegimos la separación, el miedo y la carencia? Todo de pende de nuestro enfoque. Como especie, nos hemos acostumbrado, generación tras generación, a enfocarnos en aquello que nos separa; sobre todo, en nuestras diferencias, en la desconfianza y el miedo. Pero dentro de cada uno de nosotros yace una experiencia que es plena, dichosa, confiada y generosa. Es lo que nos hace humanos y es lo que une a la humanidad más allá de sus diferencias aparentes. Diversas tradiciones alrededor del mundo han reconocido esa experiencia con diferentes nombres y diferentes interpretaciones. Los hindúes la llaman Brahman, los budistas tienen su Nirvana, los cabalistas lo llaman Ein Sof y los sufíes simplemente el “hu”; en las tradiciones cristianas es conocida como la paz que va más allá del entendimiento. Hasta la física cuántica está reconociendo cada vez más el campo subyacente de conciencia que forma la base de toda materia. No es el nombre ni la tradición lo que tiene importancia, sino la experiencia en sí. Yo la llamo amor-conciencia, ¿cómo la llamas tú?
Para que la humanidad se una como una familia global, logrando así superar las atrocidades de la guerra y compartir los regalos de nuestro hermoso planeta, debemos aprender a reconocer aquello que nos une, en lugar de exacerbar lo que nos diferencia.
Te invito a ejercitar tu capacidad de apreciar y agradecer, lo que construirá los puentes de acercamiento en amor y unidad.

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