martes, 24 de julio de 2012

EN TU DIA A DIA ATREVETE A NAVEGAR CON TU BRUJULA INTERIOR. POR ISHA


Las demandas del día a día, el hacer y el responder a lo que cada momento trae y que no teníamos previsto, a veces nos superan.

También las necesidades de los que nos rodean y nuestro permanente tratar de servir, ya que básicamente nuestros corazones vibran con esa energía. ¿Te sucede eso? ¿O tal vez te frustras por no recibir lo que esperas, o estás cansada ya y sientes un rechazo por todo lo que venga hacia ti? ¿Te sucede? Bien, pero no se trata de quedarse en ese punto, uno puede crecer más allá, abrirse, y encontrar esa fuente de amor incondicional que está dentro de cada uno. 

El dar es la acción más dichosa que existe cuando se realiza desde el amor incondicional, sin reproche ni resentimiento alguno. Pero a menudo nos forzamos a hacer lo que debemos, lo que se espera de nosotras, no lo que sentimos.
 
Normalmente, si estamos muy sensibles, emocionales o vulnerables, lo identificamos con debilidad y tratamos de hacerlo a un lado, de ignorarlo y continuar con lo que tenemos que hacer. Las obligaciones son el motor y nuestro intelecto nos bombardea con órdenes, que son la gasolina de ese motor. 

Pero ignoramos lo que vibra dentro de nosotros, y con el tiempo enfrentamos consecuencias, como los diagnósticos de problemas psicosomáticos, dolencias, comportamientos fuera de control ante los hijos enfrentando las cosas con cero paciencia, intolerancia absoluta ante las dificultades que la pareja o los compañeros puedan transmitir. ¿Por qué?
Porque nos hemos abandonado totalmente a nosotros mismos y no escuchamos a nuestro propio sentir, y ahora la consecuencia es que hay un NO absoluto a todo lo demás. La energía de eso que sentimos va a algún lugar, y generalmente es a un ámbito interno reprimido, pero muy silenciosamente activo. 

¿Cómo puedo modificar esto, cómo puedo abrir las avenidas para escucharme cada vez más y mejor? ¿Cómo puedo lograr cambiar y así escuchar a los otros tal como son? El primer paso es darnos cuenta, darnos cuenta que la repetición de lo mismo nos lleva siempre al mismo lugar y termina siempre en sufrimiento, y que esto lo puedo cambiar. 

Lo puedo cambiar comenzando a no hacer las mismas cosas robóticas y repetitivas, y es aquí donde lo que sentimos contribuye, dándole los colores al paisaje interior, y así comenzamos a saber. Comienzo a saber que esto me gusta y esto otro me genera rechazo, y que cada vez que hago lo que me genera rechazo, porque "debo" hacerlo, termino sintiéndome mal. Entonces comienzo a ver que en realidad no confío en mi misma, pues no me respeto, no confío en lo que me dice que sí, en lo que me gusta, y voy a lo que me dice que "debo" ir o hacer. 

La próxima vez que tenga esta opción puedo, en una acción de amor y respeto interno, probar cómo es hacer lo que siento que sí me gusta, y sintiendo, notar la diferencia, y tal vez descubra que no me lleva a un camino de dolor, ni arrepentimiento, ni sufrimiento, sino que fue simplemente bueno, y que hay un sentimiento rico, como de agradecimiento en el corazón, algo tibio, plácido y silencioso, y que esa sensación me acompaña y además me enseña y fortalece mi brújula interior, mi corazón. 

Es más, tal vez me haya dejado una sonrisa dibujada allí, y tal vez yo pueda comenzar a percibir y decidir más a través de ese lugar. No hay nada que perder y hay un mundo desconocido por abrazar... ¿Te animas? Y ésta es una invitación a cambiar, a modificarnos con el crecimiento, a permanentemente actualizar lo que sentimos con nuestras relaciones, no caer en respuestas automáticas que aprendimos en otro siglo y que repetimos, por ejemplo cuando un hijo o un nieto nos trae su visión o su experiencia de hoy. 

Cuando veas que usas esos NO automáticos en forma totalmente irracional y no permites que la vida te toque, para y siente. Lo conocido nos hace sentir seguros, y la seguridad nos da la ilusión de comodidad, de lugar confortable donde tenemos control sobre las cosas, pero que no es más que eso: una ventana distorsionada por su suciedad y que atribuye la percepción de todo a lo que ve a través de ella. Limpiemos la ventana de nuestra percepción, elijamos ahora, amemos nuestras elecciones en cada acción, y cuando no nos sirven, animémonos a cambiar. 

Es aquí donde otorgamos el poder a otro viejo inquilino que parece tomar el control de todo: el apego. El apego a eso aprendido como algo seguro - que no siempre es la alternativa más inteligente -, el apego a ser apreciada por lo que hacemos y que en realidad nunca sucede y entonces nos sentimos no valoradas. 

Todas éstas son rigideces que condicionan nuestro sentir y nuestra percepción, como decía antes. Podemos recordar que se puede, que la vida es como un gran patio de juegos donde podemos explorar, aprender, cambiar y cambiar, y elegir cambiar más, hasta que lo único que permanezca en uno mismo sea la felicidad. Somos lo que eligimos, elijamos el amor.
 

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